lunes, 20 de diciembre de 2010

EQUILIBRIO ENTRE LO APOLÍNEO Y LO DIONISIACO

Indiscutiblemente, en el trascurso de la vida de todo ser humano, se presentan diferentes situaciones de tristeza, de felicidad, de calma, de desespero, de paz, de guerra, etc. Afortunadamente, no hay una que permanezca, porque todo está en constante cambio.

Existen personas que prefieren una en especial y luchan toda su vida por alcanzarla y por retenerla cuando llegan a estas. Es por esto, que crean una visión de mundo que gira entorno a esta, como es el caso de los cristianos, que luchan toda su vida por encontrar a Dios, por conseguir la paz, la felicidad y se someten a las reglas establecidas por esta religión, actúan bajo mandamientos que los obligan a rechazar, discriminar o juzgar a quienes no son dominados por sus mismas reglas.

Esas reglas que no les permiten ser ellos mismos, pero que les exige tener una vida correcta llena de serenidad, armonía, orden, claridad, medición y racionalismo. Sin embargo, existen otras personas que escogen una opción de de vida, donde no hay reglas, donde pueden hacer lo que se les antoje, sin sentir el miedo de ser señalados y juzgados por la sociedad, donde existe el desorden, el caos, la ebriedad, lo impulsivo, la exaltación entusiasta y la orgiástica.

Hermes Trimegistro, en su obra El Kibalión, plantea el principio de polaridad que dice: “Todo es doble, todo tiene dos polos, todo su par de opuestos (...), todas las verdades son semiverdades; todas las paradojas pueden reconciliarse“. Este principio encierra la explicación de que todo es dual y plantea como en la vida es necesaria la existencia de los polos pues son ellos la esencia de esta.

Un buen ejemplo de este principio es el amor y el odio, dos estados mentales completamente distintos aparentemente, pero no hay mucha diferencia entre ambos, tanto, que las palabras que se usamos para designarlos, “agradable” y “desagradable”, se esfuman una de la otra, hasta tal punto que muchas veces somos incapaces de afirmar si una cosa nos causa placer o disgusto.

Federico Nietzsche, ofrece una interpretación del mundo (similar al de Hermes trismegisto) a través de la distinción de dos principios fundamentales: lo apolíneo y lo dionisiaco; en los cuales lo apolíneo representa la serenidad, la claridad, la medida y el racionalismo y lo dionisiaco es lo impulsivo, lo excesivo, lo desbordarte, la afirmación de la vida, el erotismo y la orgía como culminación del afán de vivir. Estos dos aspectos de la vida se complementan, se necesitan, ya que el fondo dionisiaco es el origen el mundo apolíneo. Se necesita del mal para que exista el bien, de la tristeza para que exista la felicidad, del día para que exista la noche, de la mujer para que exista el hombre.

En definitiva, es una realidad que no se puede negar y con la cual se debe aprender a convivir, aprender a entender el por qué de su existencia y lo mas importante aprender a buscar un equilibrio entre ambos polos y a aprender a cambiar y a transmutar las vibraciones negativas por vibraciones positivas, ya que, la transición del amor en odio y viceversa, por ejemplo, es rápida e involuntaria.

DILOGA 2005

3 comentarios:

  1. Para A que me pidió una producción propia le dejo este comentario acerca de lo que plantea Nietzsche. Aunque el lo propone en la literatura, yo lo traslao a la vida en general.

    ResponderEliminar
  2. Te invito a que leas a hegel y su dialéctica. Unidad y lucha de contrarios. Tiene mucho en común. Bueno tambien tiene que ver con nuestra forma de pensar y actuar nos movemos en parámetros a veces opuestos.
    Una cancion popular dice "me dice la razón pero me grita la conciencia"

    ResponderEliminar
  3. muchas gracias Diloga, me lo dejas claro...

    ResponderEliminar